miércoles, 10 de noviembre de 2010

Del campo de polo a la clandestinidad

Cuenta la leyenda que ni la hoja de un árbol se movía en Cali y en sus alrededores mientras no lo autorizara Álvaro José Lloreda Caycedo, uno de los más poderosos empresarios de Colombia, reconocido aristócrata del Valle del Cauca y polista. Su poder y su soberbia eran a tal punto superlativos que, por ejemplo, en el diario El País, el más importnte del occidente colombiano, del que fue su director y accionista, fue diseñada una puerta exclusiva para su ingreso a las instalaciones del diario conservador.

Fuentes allegadas al empresario indican que el hombre vive a sus anchas, rascándose el ombligo, en el Estado de la Florida. Años atrás, una juez lo condenó a nueve años de cárcel junto con su hijo Jorge Alberto. Su nueva defensa comienza ahora ante el Tribunal Superior de Bogotá. Nueve años después de estar convencidos de haber hecho un gran negocio, el empresario padre e hijo, miembros de una de las familias más influyentes del Valle del Cauca, recibieron un duro golpe. Una juez los condenó además a cancelar una multa de 13.000 millones de pesos porque consideró que los Lloreda estafaron al municipio de Cali en beneficio de sus empresas.

Este ha sido un caso muy complejo en el cual se entrelazan consideraciones financieras, políticas y judiciales. Lo que es claro es que sobre los mismos hechos ha habido múltiples interpretaciones. Hasta el momento estos son los hechos en que todos están de acuerdo: con motivo de la liquidación de Colpuertos, en 1991, se creó el fondo Foncolpuertos, que debía atender las reclamaciones laborales de 18.000 trabajadores. Algunos de ellos consiguieron, con medios poco claros, que los jueces les reconocieran millonarias pensiones e indemnizaciones a través de sentencias o actas de conciliación basadas en documentos falsos.

Como Foncolpuertos se demoraba mucho en pagar, con base en estas sentencias y actas, los trabajadores lograron que los jueces emitieran mandamientos de pago, que en la práctica son títulos valores de pago obligatorio por parte del Estado. Lo que querían los ex empleados portuarios era tener pronto la plata de su liquidación laboral y que otro se encargara de cobrarle al Estado, que al final pagaría en tres o cuatro años. En esas circunstancias aparecieron los Lloreda y realizaron varios negocios con mandamientos de pago expedidos a favor de pensionados de Colpuertos y se cobraron sin ningún problema.
A finales de 1998 les plantearon a los Lloreda un nuevo negocio que analizaron durante meses. Comprar los mandamientos de pago de otros 168 ex trabajadores y encargarse a través de Fidupacífico, cuyo presidente era Jorge Alberto Lloreda, hijo de Álvaro José, de cobrar 13.000 millones de pesos que sumaban estos títulos reconocidos por fallos judiciales. Al final hicieron el negocio y ese mismo 28 de diciembre del 98 aceptaron traspasarlo al Fondo Financiero que manejaba los recursos del municipio de Cali, Bancali.

Al gerente del Fondo, David Toledo, le pareció un excelente negocio en el que tenían cero riesgo y alta rentabilidad y así se lo planteó a la junta directiva. Con el transcurso del tiempo, esos 13.000 millones de pesos podrían significarle más de 40.000 millones de pesos en la negociación de ocho fideicomisos de administración, recaudo y pago de los mandamientos de los ex trabajadores. A finales del 98 ya se hablaba de que algo irregular estaba ocurriendo con las liquidaciones laborales de los pensionados de Colpuertos y se comenzaron a destapar los fraudes y falsificaciones de actas de conciliación que daban derecho a sumas exorbitantes. Pero sólo en el año 2000 el gobierno decidió parar los pagos.

La condena

Al emitir el fallo, la juez consideró que los Lloreda tenían conocimiento de los problemas de los mandamientos de pago y que aun así, decidieron vendérselos a Bancali. "Los directivos del Grupo Pacífico intencionalmente ocultaron la información que les había sido suministrada acerca del posible no pago de los activos de Foncolpuertos", dice la juez. Para la justicia, esto significa que los Lloreda engañaron al municipio al venderle unos títulos a sabiendas de que estaban cuestionados. Como prueba de esto alegan que la ex jefe jurídica de Foncolpuertos, Libia del Socorro Ortiz, les había advertido en una carta sobre las irregularidades de los mandamientos de pago, antes de que los Lloreda le vendieran los títulos a Bancali.

Por eso la juez los condenó por estafa agravada y desestimó el delito inicial, que era determinadores de peculado por apropiación. De hecho, en la misma sentencia, absolvió por este delito a David Toledo, el ex gerente de Bancali.

La defensa

Para los Lloreda y para su abogado, Yesid Reyes, la acusación por estafa fue desconcertante, ya que llevaban seis años defendiéndose y tres años atrás les habían imputado era el delito de peculado. Consideran que el cambio de calificación de un delito a otro es un proceso altamente irregular que va en contravía de los derechos del defendido. Por otra parte, alegan que la juez no tuvo en cuenta algunas pruebas que se presentaron en la etapa del juicio. Reyes dice que la condena se basó en la carta de la ex jefe jurídica de Foncolpuertos a los Lloreda en la cual les advierte de las irregularidades de los mandamientos de pago. Según Yesid Reyes, no se tuvo en cuenta que ella, bajo juramento, dijo otra cosa en el juzgado, el 14 de septiembre de 2006. "Yo lo que hice fue una advertencia general y no tenía pruebas de que las actas del negocio con Bancali fueran falsas. Yo no revisé las conciliaciones porque eso le correspondió a la firma auditora Arthur Andersen", sostuvo la ex funcionaria en su declaración.

Para Reyes, esta declaración era fundamental, pues demostraba que los reparos que existían hasta el momento no eran suficientemente específicos como para concluir que había un fraude detrás de toda la operación y que los mandamientos no serían pagados. Dijo, además, que la firma auditora Arthur Andersen no hizo ningún reparo después de revisarlos y que los Lloreda les notificaron el negocio a 11 entidades del Estado. "No he conocido a alguien que anuncie tanto un engaño. Y menos, que mis clientes hubieran logrado engañar a los funcionarios de Bancali cuando esta entidad contrató a prestigiosos abogados para revisar el negocio y los documentos", le dijo el jurista a la revista Semana de Bogotá.

En todo caso, lo que dijo la juez al condenarlos no es la ultima palabra. Los Lloreda y su abogado apelarán la sentencia ante el Tribunal Superior de Bogotá y confían en que los magistrados desestimen los cargos con el argumento de que se metieron de buena fe en un negocio en el que era imposible que a conciencia pusieran en riesgo todo su patrimonio familiar.

En la clandestinidad

Una juez condenó a este empresario del Valle del Cauca a pagar nueve años de prisión y a cancelar una multa de 13.000 millones de pesos. La funcionaria consideró que él, junto con su hijo Jorge Alberto, estafaron al municipio de Cali en beneficio de sus empresas.

El caso proviene desde la liquidación de Colpuertos, en 1991, cuando se creó el fondo Foncolpuertos, para que atendiera las reclamaciones laborales de 18.000 trabajadores. Algunos consiguieron por medios poco claros que los jueces les reconocieran millonarias indemnizaciones basadas en documentos falsos.

Como el fondo se demoraba tanto en pagar, lograron que se emitieran títulos valores para que los pagara el Estado. Esto les permitía a los empleados vender los papeles y obtener pronto su dinero, mientras que los compradores de los títulos les cobrarían el Estado y recibirían el dinero en un lapso de tres o cuatro años.

Se cree que los Lloreda vieron ahí un buen negocio y se dedicaron a comprar los papeles. Más tarde, los cobraron sin ningún problema. A finales de 1998 se les planteó a la familia un nuevo negocio que analizaron durante meses. Comprar los mandamientos de pago de otros 168 ex trabajadores y encargarse a través de Fidupacífico, cuyo presidente era Jorge Alberto, de cobrar 13.000 millones de pesos que sumaban estos títulos reconocidos por fallos judiciales.

Al final hicieron el negocio y ese 28 de diciembre aceptaron traspasarlo al Fondo Financiero que manejaba los recursos del municipio de Cali, Bancali. Antes de terminar el año ya se hablaba de que algo irregular estaba ocurriendo con las liquidaciones laborales de los pensionados de Colpuertos y se comenzaron a destapar los fraudes y falsificaciones de actas de conciliación que daban derecho a sumas exorbitantes. Pero sólo en el año 2000 el gobierno decidió parar los pagos.

La juez falló contemplando que los Lloreda conocían los problemas de los títulos que se habían emitido y que, aun así, decidieron vendérselos a Bancali. Para la justicia, esto significa un engaño al municipio.

Como prueba de ese conocimiento que tenían padre e hijo, hay una carta que les envió la jefe jurídica de Foncolpuertos, Libia del Socorro Ortiz. En ella, les advertía sobre las irregularidades de los mandamientos de pago, antes de que ellos le vendieran los títulos a Bancali. Por eso, la juez los condenó por estafa agravada.

Sin embargo, Álvaro José se rehúsa a presentarse ante la justicia para pagar la condena. Su abogado, Yesid Reyes, explica que la acusación por estafa fue desconcertante, pues llevaban seis años defendiéndose y tres años atrás les habían imputado el delito de peculado.

Según dice, el cambio de calificación de un delito a otro es un proceso irregular. Y asegura que fuera de eso, para el fallo no se tuvieron en cuenta algunas pruebas que se presentaron durante el proceso. Por eso, Lloreda sigue en la clandestinidad.

semana - miércoles 21 de marzo de 2007

lunes, 8 de noviembre de 2010

El Dr. Casas no es como lo pintan...

A menudo la audiencia, en especial las señoras, ve en Alberto Casas Santamaría a una especie de paradigma del caballero siempre dispuesto a despojarse de la chaqueta y tenderla sobre el charco en la calle, para que las damas puedan pasar sin mojarse ni enlodarse los pies.

En los cocteles, el hombre es uno de los más asediados. Su fino y a veces mordaz humor cachaco le hacen el contertulio ideal entre los suyos. Conservador en el sentido partidista, Casas es además individuo de las más rancias e inmodificables tradiciones sociales.

Su proverbial y manifiesto apego al pasado, como que su vehículo es un modelo que reclama el museo de la industria automotriz, lo identifican con la generación del Bogotá señorial y amable de tiempos ya marchitos, pero también con regímenes tan oscuros, oprobiosos y sanguinarios como el de Laureano Gómez (1950-1951), tristemente recordado como El Hombre Tempestad, El Monstruo y El Basilisco, por su ferocidad visceral.

Declamador de acartonada poesía al punto de producir el sonrojo o la hilaridad del prójimo, en verdad una cosa es el Alberto Casas consentido por el auditorio femenino, a la distancia y a través de la W Radio, y otra muy antagónica es la imagen del patán, del sujeto que no saluda a quienes espontáneamente se le acercan después de misa cerca de Unicentro o cuando visita una galería.

Se trata, pues, del arquetipo perfecto del individuo que sonríe y echa chistes entre los de su círculo social, y que, en la práctica, en el cara a cara con el ciudadano de a pie, es un anciano pedante y paradójico, reconocido transgresor de aquella que pareciera constituir una de sus banderas y de sus fortalezas emblemáticas: ¡la urbanidad!

Aunque suene a verdad de Perogrullo, la gente no es en esencia lo que predica, sino lo que practica. Así lo comentaba hace poco una joven señora que osó acercarse para saludarlo al cabo de un acto social, ante lo cual el ilustre doctor Casas no sólo tuvo la descortesía de ignorarla, sino que por poco la reduce al suelo para que se apartara del camino.

"Uno cree que son habladurías de alguna gente que no lo quiere", afirmó la señora, "pero había que comprobarlo. Si el tipo va manejando, ¡me echa el carro! Y así, por experiencia, hoy puedo decir a los cuatro vientos que el célebre y muy ponderado doctor Casas es mucho más que un viejo engreido. Dicho en toda la extensión de la palabra, se trata, simplemente, de... ¡un reverendo hijueputa!".

martes, 2 de noviembre de 2010

Alberto Piedrahita Pacheco

Afirmar que tiene todos los años es simplemente un reconocimiento a la eterna juventud de este legendario del micrófono en la radio colombiana. Conocido como El Padrino, la voz de Alberto Piedrahita Pacheco es parte del patrimonio histórico de este medio, para el que durante los últimos años ha sido una de las voces cantantes de Caracol Radio en Bogotá.

La niñez y la adolescencia de los años 60 lo recuerdan a bordo de lo que hoy sería un armatoste en materia de vehículos: Un transmóvil de la emisora Nueva Granada de Radio Cadena Nacional, que además de sortear las trochas que servían de ruta a los héroes de las primeras ediciones de la Vuelta a Colombia, solía recorrer las calles de la capital para promocionar, puerta a puerta, productos comerciales que a su vez eran patrocinadores de espacios culturales y de humor en dicha estación.

Pretender reseñar la trayectoria de este ícono de la radiodifusión en tan breve espacio no sería justo para una carrera digna de ser contada en densos volúmenes. Por lo pronto, habrá que decir que a la fecha de esas líneas, El Padrino conduce La Barra de las 13, que se emite por la W Radio, frecuencia AM, donde tiene prácticamente la misma audiencia que lo sintoniza desde hace por lo menos 30 años. Interviene además en La Luciérnaga, el programa vespertino de Caracol Radio.

Piedrahita es parte de una camada del periodismo deportivo del Tolima, a la cual pertenecieron otros nombres destacados, entre ellos Humberto Rodríguez Jaramillo (q.e.p.d), Guillermo Tribín Piedrahita --exdirector de la United Press International y de la Agencia Española EFE, hoy afincado en Madrid--, Mario Leyva Mejía, Arith Rodríguez Lombana (q.e.p.d) y Héctor Troyano Guzmán. Sin haber alcanzado el igual protagonismo, también vale recordar al polifacético Germán Antonio Valencia Blanco.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Adiós al Gallego Blanco

A los 76 años falleció en Cali, al amanecer del sábado 31 de octubre de 2010, el periodista deportivo y taurino español Vicente Blanco, mejor conocido como El Gallego.

Durante 45 años estuvo vinculado a medios radiales, donde habló de deporte, toros y la vida. Gallego Blanco sufrió una dura enfermedad que lo alejó de su presencia ante el micrófono en el El Corrillo de Mao en los últimos años.

Nació en La Coruña (España) el 25 de marzo de 1934, y aunque residió en ciudades como Bogotá, Blanco esetaba radicado en la capital del Valle del Cauca, donde vivió una primera erapa desde desde 1953.

Fue visitador médico, representante de cantantes, compañías de teatro, orquestas, toreros y bailarines. En 1963 el cubano José Pardo Llada (1923-2009) lo invitó a hablar de fútbol en su espacio 'Mirador en el aire' en la sección 'Los que sí saben de fútbol'.

En 1979 hizo llave con Mario Alfonso Escobar en 'La Guerrilla Deportiva' del Grupo Radial Colombiano y en 1981 creó 'Prodeportivo' por Radio Sutatenza. En el 82 volvió a Todelar hasta 1986, cuando forma con 'Mao' 'Los Cabecillas del Deporte' en RCN hasta 1999.

También trabajó en Telepacifico. Ganó un premio Simón Bolívar al mejor trabajo de radio. Fue una hincha declarado del Deportivo Cali, era conocedor y amante de la fiesta taurina. Se distinguía por su capacidad verbal y su perspicacia en el diálogo.

Se alcanzó a despedir de su esposa Gloria. Deja ocho: hijos Martín, Bernardo, Juan Carlos, José Antonio, Ángela, Verónica, María del Pilar y Deisy.

La velación se cumplió en la funeraria In Memoriam y a las 9:30 a.m. del domingo tuvo lugar la ceremonia religiosa en la Iglesia San Fernando Rey, antes de su cremación en el cementerio Metropolitano del Sur.

Enlaces:
http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-834443
http://eje21.com.co/index.php?option=com_content&task=view&id=28213&Itemid=17284

Video
http://www.youtube.com/watch?v=P79XasRI4k4